
Bangkok es una ciudad curiosa. Gran metrópoli (12 millones de habitantes en extendido), recuerda a Los Angeles por las autopistas elevadas, pero cualquier parecido se acaba allí.
A nivel compras, la ciudad de Carvalho es el paraíso de lo falso. Jamás he visto tamaña acumulación de copias de cualquier cosa, tanto en los mercadillos callejeros (la ciudad es una pura tienda) como en las boutiques exclusivas.
Bolsos, carteras, relojes, sueters, ropa deportiva o incluso objetos electrónicos imitan con todo el descaro a marcas consagradas, aunque con resultados desiguales. Hay desde las carteras Chanel de piel aceptable, a las camisas de Caballi, porque esto de la V no lo tienen aprendido aún. Más los Custo a 20 euros (juro que vi uno a 6 euros) o los Prada de ante de medio pelo.
Pero el asunto llega mucho más lejos. Saliendo de mi hotel, podía elegir entre ir a Versace o a G. Armani, ambos reputados sastres chinos de la zona. Pero el tal G. Armani es marca registrada y hasta utiliza el logo de Armani Jeans.
Hay viene la SGAE del bolso y cierra la ciudad. Claro que en su favor hay que decir que un centro comercial como el Paragon, que se precia de tener todo lo original, acoge precios todavía más caros que los europeos. Tampoco es eso...
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