Una de mis películas favoritas, como sabrá quien se haya tomado la molestia de leer mi perfil (que no es obligatorio), es Uno, dos, tres, aquella joya de Billy Wilder donde un ejecutivo de Coca-Cola intenta reconvertir en capitalista a un comunista rebelde de Berlín Este.
El filme ya es viejo, y no deja de tener su ironía, sobre todo cuando una pasa por la Alexanderplatz y recuerda con horror aquello de que no hace tanto eso era un páramo de edificios de cemento. El señor MacNamara, que así se llamaba el personaje de Wilder, no ha podido hacerlo mejor, y ahora esa zona de Berlín tiene rincones tan peculiares como la Nikolaiviertel, que acoge los mejores diseñadores jóvenes de Berlín y tiendas alternativas.
Pero volviendo al corazón de la capital de Prusia (cosa seria, según mi amigo Salva), nada como la Kurfürstendamm, la mega arteria del shopping berlinés, una calle tan pija que hasta tiene web.
Se empieza desde el 200, aproximadamente, con la tienda de Jil Sander, que produce el curioso efecto de imitar a quien seguramente ahora haría otra cosa. Porque Ms Sanders, por lo visto, anda dedicada a la jardinería más que a los tejidos tras vender la empresa al grupo de Prada.
Pero, aún así, de ahí se llega a Gucci y de allí a Chanel, en un curioso juego de la oca que pasa, cómo no, por Zara y culmina en el KaDeWe, cuya planta más notoria es la del supermercado, repleta de barras donde alimentarse.
Y es que, como quería la hija del dueño de Coca-Cola, sí, nuestro hijo elogiará al proletariado, pero "qué vestidos tan bonitos tienen en Dior este año"...
10 septiembre 2006
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