01 diciembre 2007

Karl no espera

Erase una vez una indolente mañana en Berlín, husmeando en la planta de señoras del KaDeWe. Después de zascandilear por los perfumes de Marc Jacobs y Jo Malone, y todavía valorando si valía la pena facturar el equipaje para llevarte un gel de Molton Brown nuevo que seguramente no usaría, me topo con unos tejanos gris marengo de Karl by Karl Lagerfeld. Bajos de cintura, estrechos como una callejuela y con el punto justo de elástico. Pero, claro, el cuerpo no acompañaba. No se llevan unos pitillos con michelines saltando por todas partes...
Tres meses y siete kilos menos más tarde, los pantalones, que habían vuelto a aparecer en el Gonzalo Comella de Paseo de Gracia poco después, son buscados como aquel novio imposible al que siempre se vuelve. Y cuando ya está en una en condiciones de embutirse una talla 40, se los pide a la dependienta, que muy amablemente te informa de que TUS pantalones están ya en el culo de otra desde hace meses. Horror, Karl no espera... Pero lo peor es que nadie más en Barcelona vende esa marca. ¿Habrá que volver a Berlín o a París para rematar la faena, o quedarán en el olvido como esos hombres poco constantes?

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