De momento, hoy lo he disfrutado a gusto. La historia de entrar en Paul Smith y ver que no hay que sumarle un 30% a todo, hace que te plantees gastarte 300 euros en un vestido como si nada. Lo mismo en DKNY, versión inglesa, que siempre es más cara que la yanqui, o ya no hablemos en Ted Baker, Reiss o Karen Millen. El Gap europeo este año no está muy inspirado. Nada que ver con Emporio Armani, donde han bordado la colección este año, o con la siempre sublime Miuccia, que ha creado unos vestidos con brocados maravillosos. Dios, necesito una vida para llevar eso...
Pero en este viaje he hecho dos descrubrimientos notables. Uno, la ropa desestructurada de
El otro, COS, la marca pija de H&M. Sinceramente, vale mucho la pena. Palabra de alguien que no pisa H&M a no ser que haya un megadiseñador haciendo trapos y casi ni eso.
En COS --que van a abrir tienda en el paseo de Gracia de Barcelona en breve-- han hecho una colección de blancos, negros y grises, con los aires de una Jil Sander cuando no era Prada a la alemana, que me ha hecho reconciliarme con la ropa barata. Los tejidos no son de mala calidad --todavía no he lavado ninguno-- y los precios son ajustadísimos. 90 euros un vestido o 50 una falda, hoy por hoy es un regalo. Y, sobre todo, pura tendencia.
Por cierto, una mala noticia: vuelven las hombreras...
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